
¡No te cueles!
Me divierten las colas del supermercado. No es que me gusten las colas ni mucho menos y tampoco estoy acostumbrada a hacer grandes colas como lo está cualquier persona que viva en una gran ciudad. Muchas veces, en nuestros viajes a Madrid, planeamos un montón de actividades y visitas sin darnos cuenta de que se trata de Madrid, la ciudad de las colas, y perdemos la mitad del día en ellas. Vayas donde vayas te encuentras colas interminables. Para comprar el pan, para sacar unas entradas, para entrar a un museo, para el baño… Yo he llegado a creer que la gente hace cola para pasar el rato.
– ¡Hola Señora! ¿A qué se dedica?
– Yo hago colas
Entonces me doy cuenta de que hoy en día, la gente y la sociedad en general, somos muy impacientes. Lo queremos todo ya y no nos conformamos con cualquier cosa. También, reparo en que todo el mundo tiene problemas y que sus vidas no son siempre maravillosas. Todos tiran para adelante como pueden. Unos con resignación y otros quejándose. Pero siempre encuentro alguna persona callada, pensando en sus cosas que me mira y sonríe. Y yo pienso: ¡Mira, ahí está! Seguro que tiene un montón de preocupaciones pero tiene una sonrisa para regalar a los demás.
Por eso digo yo, que no viene mal, de vez en cuando, toparse con alguna cola para pararse a pensar y sonreír un poco, que falta nos hace en esta ajetreada vida.

Con melenas y a lo loco

Vuelta a la carrera perezosa
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